2Reyes 2:1 -8 Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal.
2Ki 2:2 Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Descendieron, pues, a Bet-el.
Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el, le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad.
Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó.
Y se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? El respondió: Sí, yo lo sé; callad.
Y Elías le dijo: Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, ambos.
Y vinieron cincuenta varones de los hijos de los profetas, y se pararon delante a lo lejos; y ellos dos se pararon junto al Jordán.
Tomando entonces Elías su manto, lo dobló, y golpeó las aguas, las cuales se apartaron a uno y a otro lado, y pasaron ambos por lo seco.
El Señor hizo saber a Elías que su tiempo estaba cerca. Por tanto, fue a las diversas escuelas de los profetas para darles sus últimas exhortaciones y su bendición. La partida de Elías es un tipo y figura de la ascensión de Cristo, y la apertura del reino de los cielos a todos los creyentes.
Eliseo había seguido por mucho tiempo a Elías y no lo iba a abandonar ahora que esperaba la bendición de su partida. Los que siguen a Cristo no se queden cortos cansándose al final.
Las aguas del Jordán, antes, cedieron ante el arca; ahora, ante el manto del profeta, como señal de la presencia de Dios. Cuando Dios lleva al cielo a sus fieles, la muerte es el Jordán que deben cruzar, y encuentran un camino por donde pasar. La muerte de Cristo dividió las aguas para que pasen los redimidos del Señor. ¡Dónde está, oh, muerte, tu aguijón, el daño que puedes hacer, tu terror?