miércoles, 28 de julio de 2010

Dios eterno

Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente
visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios.
- Romanos 1:20-21.


Cada nuevo descubrimiento de la Ciencia evidencia alguna maravilla
oculta de la naturaleza. El renombre que merece el autor del descubrimiento es
legítimo, pero se olvida fácilmente que una gloria mucha más grande pertenece a
Dios, quien creó todo lo que la inteligencia de los hombres busca sondear, y
quien también les dio la capacidad para hacerlo.

En el transcurso de los siglos, hombres inteligentes se esforzaron por
explotar todo lo que les era accesible. Pero ya Salomón vislumbró que “no hay
fin
de hacer muchos libros” (Eclesiastés 12:12).

La inteligencia, esa capacidad dada al hombre para buscar y comprender,
debería hacerle discernir la grandeza del Dios creador, de quien depende. Esa
facultad implica una responsabilidad moral que el animal no posee.

Pero si el conocimiento de las cosas creadas no lleva al ser humano a
honrar a Dios y a reconocer su poder y su autoridad, no hace más que agravar su
responsabilidad y Dios lo declara inexcusable.

“El principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Proverbios 1:7) .
Rehusar inclinarse humildemente ante su Creador conduce al hombre a
enorgullecerse de sus conocimientos, aunque limitados, para levantarse contra
Dios, discutir su Palabra y hasta negar su existencia.

martes, 27 de julio de 2010

La espada de la Palabra

Heb 4:12 La palabra de Dios[8] es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Heb 4:13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

Las Sagradas Escrituras son la palabra de Dios. Cuando Dios la instala por su Espíritu, convence poderosamente, convierte poderosamente y consuela poderosamente. Hace que sea humilde el alma que ha sido orgullosa por mucho tiempo; el espíritu perverso sea manso y obediente. Los hábitos pecaminosos que se han vuelto naturales para el alma, estando profundamente arraigados en ella, son separados y cortados por la espada. Dejará al descubierto a los hombres sus pensamientos y propósitos, las vilezas de muchos, los malos principios que los mueven, las finalidades pecaminosas para las cuales actúan. La palabra mostrará al pecador todo lo que hay en su corazón.
Aferrémonos firmes las doctrinas de la fe cristiana en nuestras cabezas, sus principios vivificantes en nuestros corazones, su confesión franca en nuestros labios, y sometámonos a ellos en nuestras vidas.

miércoles, 14 de julio de 2010

Mi Corona

2Timoteo 4:6 Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. 4:7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 4:8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

La sangre de los mártires, aunque no era un sacrificio expiatorio, sin embargo, fue un sacrificio de reconocimiento de la gracia de Dios y de su verdad. La muerte para el hombre bueno es su liberación de la prisión de este mundo, y su partida a disfrutar del otro mundo. Como cristiano y ministro, Pablo había guardado la fe, sostenido con firmeza las doctrinas del evangelio. ¡Qué consuelo es poder hablar de esta manera al fin de nuestros días! La corona de los creyentes es una corona de justicia adquirida por la justicia de Cristo. Los creyentes no la tienen actualmente, pero es segura porque está puesta para ellos. El creyente, en medio de la pobreza, el dolor, la enfermedad y las agonías de la muerte, puede regocijarse; pero si un hombre descuida los deberes de su cargo y lugar, se oscurece la prueba de su interés en Cristo, y se puede esperar que la incertidumbre y la angustia oscurezcan y asedien sus últimas horas.

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