martes, 5 de octubre de 2010

Reflexion de hoy

Recompensa

Marcos 9:41-50
Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
9:42 Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.
9:43 Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado,
9:44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
9:45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado,
9:46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
9:47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,
9:48 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
9:49 Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
9:50 Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.

PENSAMIENTO:

Se dice repetidamente sobre el impío que su gusano no muere, como también, el fuego que nunca se apaga. Indudablemente el remordimiento de conciencia y la aguda reflexión en sí mismo son el gusano que nunca muere. Queda por cierto fuera de comparación si es mejor pasar por todo dolor, dificultad y negación de sí mismo aquí, y ser feliz por siempre en el más allá, que disfrutar aquí de todas clase de placer mundanal temporal y ser desgraciado para siempre. Nosotros debemos ser salados con sal, como los sacrificios; nuestros afectos corruptos deben ser sometidos y mortificados por el Espíritu Santo. Los que tienen la sal de la gracia deben demostrar que tienen un principio vivo de gracia en sus corazones, el cual elimina las disposiciones corruptas del alma que ofenden a Dios o a nuestras propias conciencias.

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