Leviticos 10:1-5-2
Pero Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario y, poniendo en ellos fuego e incienso, ofrecieron ante el Señor un fuego que no tenían por qué ofrecer, pues él no se lo había mandado.
10:2 Entonces salió de la presencia del Señor un fuego que los consumió, y murieron ante él.
Pensamiento
Después de Moisés y Aarón, nadie tenía más probabilidades de ser honrado en Israel que Nadab y Abiú. Hay razón para pensar que ellos se llenaron de orgullo y que se encendieron con vino. Mientras el pueblo estaba postrado ante el Señor, adorando su presencia y gloria, ellos entraron precipitadamente al tabernáculo para quemar incienso, aunque no en el momento indicado; los dos juntos en lugar de ir uno solo, y con fuego que no fue tomado del altar. Si lo hubieran hecho por ignorancia, se les habría permitido llevar una ofrenda por el pecado. Pero el alma que actúa presuntuosamente y con desdén de la majestad y justicia de Dios, esa alma, será cortada. La paga del pecado es muerte. Ellos murieron en el acto mismo de su pecado.
El pecado y el castigo de estos sacerdotes mostró la imperfección del sacerdocio desde su comienzo mismo, y que no podía resguardar del fuego de la ira de Dios, no siendo otra cosa que era un tipo del sacerdocio de Cristo.