domingo, 29 de junio de 2008

Reflexion

Herencia bendita

1Pe 1:3 ¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva

1Pe 1:4 y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para vosotros.


La esperanza en el vocabulario mundano se refiere sólo a un bien incierto, porque todas las esperanzas mundanas son inestables, edificadas sobre arena, y las esperanzas del cielo que tiene el mundano son conjeturas ciegas y sin fundamento. Pero la esperanza de los hijos del Dios vivo es una esperanza viva; no sólo acerca de su objeto, sino también en su efecto.
Vivifica y consuela en todas las angustias, capacita para enfrentar y superar todas las dificultades. La misericordia es la fuente de todo esto; sí, gran misericordia y misericordia múltiple.

Esta bien cimentada esperanza de salvación es un principio activo y vivo de obediencia en el alma del creyente.
El tema del gozo cristiano es la memoria de la felicidad puesta por delante.

Es incorruptible no puede acabarse; es una fortuna que no se puede gastar.
También es incontaminada lo que significa su pureza y perfección. Inmarcesible porque no es más o menos placentera a veces, sino siempre la misma, no cambia.

Todas las posesiones de aquí están manchadas con defectos y fallas; aún falta algo: casas lindas que tienen preocupaciones tristes revoloteando en torno a sus techos dorados y bien pintados; camas blandas y mesas llenas, a menudo con cuerpos enfermos y estómagos revueltos.
¡Cuán prontos estamos para hacer de las cosas que tenemos ocasión e instrumento de pecado, y pensar que no hay libertad ni deleite en su uso, sin abusar de ellas! Las posesiones mundanas son inciertas y pronto pasan como las flores y las plantas del campo.

Eso debe ser del más alto valor, ya que se pone en el lugar mejor y más elevado: el cielo. Dichosos aquellos cuyos corazones pone el Espíritu Santo en esta herencia. Dios no sólo da gracia a su pueblo, pero lo preserva para gloria.

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